Solo el silencio sabe cuanto te quiero...
La palabra perfecta para este deseo, en algún momento nos
quisimos... ¿Recuerdas?. Bien, hice esta misma pregunta muchas veces en mi
anterior entrada y me quedé pensando en eso, y a su vez me recuerda mucho a la
novela de Salvador Elizondo: Farabeuf, ya que esta simple pregunta es una
clave, un llamado a recordar, a no olvidar...
La novela comienza precisamente con la pregunta :
“¿Recuerdas... ?”, pregunta que nos invita a la rememoración, pero ¿de qué? En
una entrevista del año 1995, Salvador Elizondo comentó que esa reiteración se
debe a que: Es una palabra muy efectiva para suscitar imágenes y porque está
tomada de un poema de Christina Rossetti que empieza con esa palabra y describe
la sensación, si mal no recuerdo, de la presencia de la mujer amada ya muerta o
ya desaparecida, de la invocación, el poema dice algo así como “Recuérdame
cuando ya me haya ido”. Simplemente es un truco, el truco que es la palabra “recuerdas”.
REMEMBER
by:
Christina Rossetti (1830-1894)
Remember me
when I am gone away,
Gone far
away into the silent land;
When you
can no more hold me by the hand,
Nor I half
turn to go, yet turning stay.
Remember me
when no more day by day
You tell me
of our future that you plann'd:
Only
remember me; you understand
It will be
late to counsel then or pray.
Yet if you
should forget me for a while
And
afterwards remember, do not grieve:
For if the
darkness and corruption leave
A vestige
of the thoughts that once I had,
Better by
far you should forget and smile
Than that
you should remember and be sad.
He leído esto en algún lado: El conocimiento de ambos
elementos paratextuales, la procedencia del título como del epígrafe, y el
préstamo del poema de Christina Rossetti orientan la atención de mi lectura
hacia la dimensión existencial de la nostalgia, hacia la imposibilidad de
regresar al pasado, imposibilidad de vivir nuevamente un momento previo (la
angustia de no sentir más un cuerpo en particular), y hacia la obsesión de
revertir el orden temporal.
Bien, he decidido usar fragmentos de esta obra, de Farabeuf,
para recrear a mi propia manera nuestra historia, para expresar lo que muchas
veces he intentado decir pero que simplemente la poética no me permite.
Obviamente, la obra (escrita hacia a una mujer), será cambiada del género
femenino al masculino, de igual manera, en algunas ocasiones serán incluidos
dentro del texto, algunos recuerdos personales, a manera de apropiación del
texto para, repito, adecuarlo y que funcione a mi propia memoria y así, tal
vez, al decirte: ¿Recuerdas? Puedas contestar que sí...
La crónica de un instante
(o lo que es lo mismo: Farabeuf)
¿Recuerdas el inicio de todo esto? Quizás un río, quizás un
parque, quizás tu casa o la mía, quizás un bar o un estadio, quizás una
mudanza... ¿Quién sabe a ciencia cierta? al final, ¿Quien hubiera podido
imaginarnos con tanta realidad como la que hemos podido cobrar ahora? Tanta que
este espejo ha llegado a reflejarnos y en él se han encontrado nuestros rostros
tantas veces. Tú recuerdas todo esto, ¿No es así? Hemos jugado, innumerables
veces, a encontrarnos de pronto en el espejo. Hubiéramos pasado a formar parte
de una realidad ajena a nuestra vida si en realidad allí nos hubiéramos
encontrado. Hemos jugado a tocar nuestros cuerpos sobre esta superficie fría, a
besarnos en la imagen reflejada sin que nuestros labios se tocarán jamás...
-No recuerdo nada. Es preciso que no me lo exijas. Me es
imposible recordar. Es necesario que no me atormentes con esa posibilidad, con
la probabilidad de esa mentira que hemos forjado juntos ante aquel espejo
enorme que nos reflejaba entre sus manchas y grietas. Es necesario que no me
atormentes con esa posibilidad de la memoria. Sólo se ha grabado en mi mente
una imagen, pero una imagen que no es un recuerdo. Soy capaz de imaginarme a mí
mismo convertido en algo que no soy, pero no en algo que he sido; soy, tal vez,
el recuerdo remotísimo de mí mismo en la memoria de otra que yo he imaginado
ser. Es por ello que yo no puedo recordar. Sólo puedo escucharte, oír tu
evocación como si se tratara de la descripción de algo que no tiene nada que
ver conmigo. Es preciso, lo sé, que yo te crea cuando me hablas de todo lo que
hemos hecho juntos. Estoy dispuesto a creerte, pero no puedo recordarlo porque
para ti yo no soy yo. Soy otro que alguien ha imaginado. Soy, quizá, la última
imagen en la mente de un moribundo. Soy la materialización de algo que está a
punto de desvanecerse; un recuerdo a punto de ser olvidado.
¿Hay algo más tenaz que la memoria?
El olvido es más tenaz que la memoria...
...Ahora recuerdo, no sé porqué, un paseo que tal vez nunca
dimos, por un parque (...) ¿Recuerdas? ¿Somos el recuerdo de alguien que nos
está olvidando?¿O somos tal vez una mentira? Es preciso desechar la presunción
de que somos, tú y yo, una mentira que uno, en un país remoto, bajo la copa de
un árbol, (BAJO LA LUZ DE LA SOMBRA DE UN ÁRBOL... ¿RECUERDAS?), cuenta a otro.
Es preciso hacer un esfuerzo.
-Debes tratar de recordarlo todo, desde el principio. El más
mínimo incidente puede tener una importancia capital. El indicio más
insignificante puede llevarnos al descubrimiento de un hecho fundamental.
-¿Y el amor... ese hecho contundente, preciso,
demostrable?...
- Se pierde en el olvido como ese mar que sólo por estar
hecho de olvido puede ser recordado...
"¿Me amas?" ¿Es está la pregunta que en tu mente
me dirigías cuando de pronto te detuviste después de alejarte de mí corriendo
junto a las olas?
¡Bah!, tu cuerpo es más que eso; es la extensión del mundo
vista desde una altura suprema. Nadie escapa a tu huida que todo lo congela y
lo vuelve inolvidable. Tu carne, cuando yo la acaricio, sea acoger en sí misma
toda la crueldad del olvido. Ahora ya tu cuerpo es un hecho absoluto: ¿Qué
exige tu carne más allá de este abrazo definitivo? ¿Cómo poder alcanzar el
absoluto de esta quietud que ahora sólo es tuya? El goce es infinito y sin
embargo en tu inmovilidad lo has agotado. Quisieras reflejarte en el espejo.
¿Quisieras reflejarte en el espejo? No bastan todas las sombras que te ciñen
para concretar un punto de luz en tu mirada. Ahora estas aquí. Me perteneces en
la medida en que tu muerte es la desnudez de mi cuerpo tendido al lado de tu
cuerpo. La desnudez no es sino un signo de tu disolución.
He tratado de entregarte, para que tú lo retuvieras en tu
puño, Para que lo acogieras en tu pecho, junto a tu corazón desfalleciente, el
significado de un instante: el instante en el que por la amplitud de mi deseo,
supe que eras mío.
Esa identidad que te ha paralizado con su mirada fija y el
significado de ese amor que no comprendes se te revelarán de pronto. Creo que
diciéndote estas cosas te estoy atemorizando. No, es preciso que confíes en mí.
Yo te amo, tú lo sabes, ¿No es así? Debe usted considerar esta experiencia como
un tratamiento. ¿Acaso no lo es? Usted se encuentra enfermo de olvido, por
decirlo con un lenguaje sencillo.
Cada uno de los tiempos de esta curiosa intervención está de
acuerdo con un plan perfectamente establecido. ¿Con qué fin? Con el fin de
encontrar una respuesta: con el fin de encontrar en tu imagen, en la imagen de
tu yo en el espejo, la clave de este signo que nos turba. (...) Bastará que en
medio de esa pesadilla de tu cuerpo te mires reflejado en el espejo.
"¿Quién soy?", dirás, pero en ti mismo descubriera al fin el
significado de esas sílabas que siempre habías creído sin sentido.
Escucha. No digas nada. Ahora, empieza a contar. Sigue
contando. No te detengas. En tu mente van surgiendo poco a poco las imágenes
ansiadas... Palabras dichas en una casilla virtual... Sentimientos externados...
La luz de la sombra de un árbol... Un beso... Un paseo... El roce de otra
mano... Una estatua... Sentimientos... ¿Recuerdas?....
Obra: Farabeuf. Elizondo, Salvador. Fondo de Cultura
Económica. México, 2005.
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